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¿Qué es la Cristología Pura?

Cristología: en sentido amplio es aquella que estudia la naturaleza de la persona de nuestro Señor Jesucristo.

En sentido estricto es la disciplina de la teología Cristiana, que busca explicar la obra salvadora de Jesucristo en virtud de la comprensión de su persona y naturaleza. Se diferencia de la soteriología pues esta trata de la obra salvadora de Cristo, considerando los principios, postulados y dogmas doctrinales, mas no la persona de Jesús El Cristo.

La Cristología precede a la soteriología. En la antigüedad no era así, pues el creer en la virtud salvadora de Jesucristo llevaba a los teólogos a pensar: ¿Quién es éste que salva? ¿Tiene éste condición y autoridad para salvar?

La razón era lógica: no se puede comprender la obra salvadora de Cristo sino es a través del conocimiento de su naturaleza personal.

Algunos teólogos modernos opinan que Jesús no explicó con su mensaje que Él era el Cristo. Esta posición es medianamente cierta si manejamos los hechos y sus obras en el contexto geopolítico que a Jesús le tocó vivir. Sin embargo, las obras que Cristo hacía inferían su condición Mesiánica pues era necesario que por sus acciones, el pueblo entendiera quien realmente era Él. Si en determinados momentos de su ministerio en la tierra, Jesús no manifiesta ser El Cristo, era porque:

Aún no había llegado su hora

No se puede comprender a Jesús como el Cristo (Ungido o Mesías) si se busca la explicación de su persona y naturaleza fuera del texto bíblico. Jesús en su condición humana es un personaje tan relevante, que divide la historia en antes y después de Él; pero es en el contexto divino donde se concibe su condición salvadora. Fue el Verbo encarnado, quién le dio impecabilidad convirtiéndolo en un legítimo sustituto del hombre y fiel enviado del Padre.

“Y vosotros ¿quién decís que soy?... “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente... Bienaventurado eres Pedro porque no te lo reveló ni carne ni sangre sino mi Padre que está en los Cielos...”.

De todas maneras, estas divergencias nunca acabarán pues no son de ahora. Datan de los tiempos de la iglesia primitiva que dividió opiniones en cuanto a si Cristo era eminentemente divino, sin influencia humana para tener condición de Salvador de la humanidad (el monofisismo de Eutiques y Cirilo).

Nestorio, obispo de Antioquia decía que Jesús nació de María y solo después de su nacimiento el Verbo entró en Él tomándolo como habitáculo para luego abandonarlo en la Cruz.

Este concepto se conoce como la “herejía nestoriana” en alusión a Nestorio y era preconizada por los discípulos de Arrio y Sabelio a los que antiguamente y aún hoy conocemos como los Gnósticos.

Cirilo de Alejandría se acerca a la verdad pero a ultranza cuando dice: “Jesús fue juntamente con el Verbo en el vientre de la Virgen María”. Esta posición deja de ser objetiva mas no incierta, por cuanto el propósito solapado de Cirilo era crear el dogma de “María madre de Dios”, rechazado por posturas filosóficas y teológicas en concilios anteriores. Su argumento era: “Si el Verbo está en María y la naturaleza humana se une a Él inseparablemente, entonces María es madre de Jesús y del Verbo” (Theotocos) o sea madre de Dios. Esta posición no fue aceptada por los nestorianos y luego fue rechazada por la iglesia reformada o protestante en la edad media.

Cierto es que los primeros cristianos explicaban su Cristología con títulos y patrones que iban más allá de la verdad escritural. Muchos evangelios se escribieron pero solo cuatro son considerados canónicos. Otras historias de Jesús pueden ser consideradas históricas, críticas, míticas pero nunca inspiradas por el Espíritu Santo.

No se consideran verídicamente inspirados el evangelio de acuario de Rubén Levi, los registros acásicos de los Esenios, la vida de Jesucristo de Ernesto Renán, la vida de Jesús de Giovanni Papini, etc.

En honor a la verdad, los 27 libros (Nuevo Testamento) que componen las traducciones de la iglesia reformada o protestante son solo una pequeña parte de las obras que se escribieron en los primeros tres siglos del cristianismo. En su mayoría eran imitaciones de los evangelios llamados sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) y eran escritos atribuidos a los apóstoles o a discípulos de aquellos.

Con esto se pretendía llenar el vacío en algunos aspectos oscuros de la historia de Jesús como lo eran su niñez, su juventud y la inclusión de milagros portentosos, con el propósito de alegar revelaciones más completas y que encajaran con determinada posición doctrinal o teológica de los interesados.

Más de 50 evangelios circularon en esos tres siglos y son los llamados apócrifos (ocultos).

El conocimiento de estas obras creció gracias al descubrimiento en 1945 de la Biblioteca de un grupo gnóstico Cristiano en Nag Hammadí Egipto.

Eran obras escritas en copto (Cristianos jacobitas egipcios que en su cultura conservaban los caracteres de los antiguos habitantes del imperio) que han sido traducidos y publicados en tiempos modernos. Mención especial entre estos “apócrifos” merece el Evangelio de Tomás el apóstol donde este recoge 114 proverbios que supuestamente Jesús le transmitió en persona.

Otros como la epístola a Eugnostos hallada en los textos de Nag Hámadí (1945-1946), la historia de la infancia de Tomás, los Hechos de Pilatos etc. Reitera el autor que estos fueron escritos para satisfacer la curiosidad de gente común en la iglesia antigua, en su deseo de “ensamblar” la historia de Jesús en los aspectos desconocidos de su niñez y juventud.

Personalmente el autor considera a los apócrifos no inspirados para formar parte del Canon Bíblico pero sí como fuente histórica que nos ayuda a comprender la cultura Judía intertestamentaria y como fuente de información acerca de temas como la inmortalidad, la resurrección, algunos puntos de carácter históricos, escatológicos, así como la creciente influencia del helenismo sobre la cultura Judía.

Esto no es descabellado, recordemos que el imperio romano imponía sus instituciones latinas donde su bota pisaba pero nunca pudo deshacer la influencia helenística (griega) que desde hacía 4 siglos antes de Cristo de mano de Alejandro III el Magno se había expandido por todo el Mediterráneo, hasta el lejano Oriente.

Muchos teólogos y filósofos cristianos, antiguos, medievales, modernos y contemporáneos, distinguen cuatro patrones en cuanto a como se debe emprender un estudio Cristológico:

1. Mirar en retrospectiva la vida humana de Jesús, como profeta y siervo de Dios, para luego colocar su divinidad en su segunda venida como Mesías.
2. Darle a Jesús condición de profeta, que solo se hizo Divino con su resurrección.
3. Negarle a Jesús su divinidad hasta que resucitara, en consecuencia: la condición de Mesías le fue endosada por los escritores bíblicos después de su resurrección.
4. Identificar a Jesús con la Sabiduría o Logos, concebido por el Judaísmo y el cristianismo filosófico-helenístico como el agente personificado de la Deidad en cuanto a la creación, revelación y la acción redentora.

Bajo la óptica del cuarto punto, Jesús es visto como la encarnación de esta preexistente sabiduría o logos. Mas no concebido como dice el judaísmo, pues éste no reconoce a Jesús como Mesías, ni por el cristianismo filosófico helenístico propugnado por Filón de Alejandría, sino producto de un exhaustivo y razonado estudio de los hechos de Jesús en el Nuevo testamento, comparados con las profecías que de Él hacen mención los profetas del Antiguo Testamento.

Esta afirmación pública de su Mesianismo tiene su génesis en la respuesta de Pedro al requerimiento del Señor:

“Tu eres el Cristo el Hijo del Dios Viviente”.

Expresión que Cristo confirma, ante propios y extraños. Otras afirmaciones semejantes encontramos en el sermón de Pedro en el día de Pentecostés y en el sermón de Esteban antes de morir lapidado:

“He aquí que veo los cielos abiertos y al hijo del hombre sentado a la diestra de Dios”.


No podía mentir este santo estando a las puertas de la muerte. El mesianismo de Jesús se reafirma con las cartas paulinas y... ¡que más decir! si 2000 años de historia humana no han podido eclipsar su nombre, su figura y su mensaje.

De todas maneras, una cosa es absoluta y elementalmente cierta: Nada hubiera sido Jesús sin la resurrección. Este debe ser el punto de partida de cualquier estudio Cristológico serio, entendiendo por tal que se quiera demostrar la humanidad y la Deidad unidas en una sola persona Jesucristo, sin confusión, composición, pero inseparables entre sí. (Ver: Declaración de Calcedonia, 451 d.C apéndice No. 2).

Mucho se habló en los concilios y se especuló entre teólogos y filósofos Cristianos acerca de la personalidad y naturaleza de Cristo Jesús, hasta el punto de confundir los términos creando a veces conflictos teológicos estructurales que generaron posturas irreconciliables entre los cristianos primitivos.

Cirilo padre de la iglesia en Alejandría, que defendió la tesis contra Nestorio de Antioquia, acerca de que Jesús era consustanciado con el Verbo divino aún en el vientre de la virgen María. En un momento de confusión dice: “Cristo es de una única naturaleza divina encarnado del Verbo”. Falsa y grave aseveración que desvirtúa totalmente lo que antes había dicho y empuja a Cirilo y a sus seguidores por el camino del monofisismo. La naturaleza humana y la naturaleza divina están unidas en una sola persona, Jesús el Cristo sin confundirse, pero inseparables. (Ver confesión de Westminster apéndice No. 3).

La declaración del concilio de Calcedonia que se mantiene hasta nuestros días para cristianos, católicos y protestantes precede a la confesión westminsteriana. “Dos naturalezas en una sola persona inseparables, Jesús el Cristo Dios hombre, no Dios y hombre”.

Esta refrendaba el Credo Niceno (concilio de Nicea 325 d.C.) que al condenar el arrianismo, pues sostenía la tesis que Cristo no era consustancial con el Padre, declara que: “El hijo es de condición preexistente,” “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero, de verdadero Dios, Engendrado, no creado (en su condición de hijo1 ), de una sola sustancia con el Padre”.

En el concilio de Nicea debió terminar la controversia Cristológica pero no fue así. Los teólogos Alejandrinos subrayaban e imponían la divinidad de Jesús a expensas de su humanidad y los teólogos de Antioquia, subrayaban la humanidad de Jesús a costa de su Divinidad.

Los apolinarios alejandrinos decían que en el Jesús humano el Verbo había reemplazado su mente y espíritu negando así su humanidad.

Los nestorianos de Antioquia sostenían que dos personas separadas estaban habitando el cuerpo de Cristo y rechazaron que María fuera portadora de Dios (Theotocos). Para Nestorio y sus discípulos, María era solo madre del Jesús humano pero no del Hijo Divino. Es evidente que para estos tiempos no había claridad en cuanto a la kenosis o despojamiento del Verbo Divino para habitar con la naturaleza humana.

María fue madre de Jesús en lo que respecta a su humanidad. No podía ser madre del Verbo Divino por cuanto éste no nace en ella, Él existía antes que el Jesús humano. El Verbo habita en María y se hace una sola persona con Jesús pero sin dejar de ocupar su lugar en el universo.

Antes de esto, el concilio de Efeso había detenido la influencia Nestoriana pero creó demasiados conflictos teologales que peligrosamente se orillaban a posiciones heréticas.

Eutiques amigo de Cirilo y Abad de un convento en la ciudad de Constantinopla, llegó a negar que Jesús tuviera dos naturalezas. Eutiques y sus seguidores veían en Jesús una sola naturaleza Divina, el “Logos humanizado” que había absorbido de tal modo la humanidad de Jesucristo, hasta el punto de destruirla.

No pensó Eutiques en el grave error teologal en el que caía pues al aceptar su posición, no habría entonces forma de dar muerte a Jesús pues el Verbo aunque despojado de sus atributos era impecable y por lo tanto inmortal. Según ellos, solo se podía hablar de Cristo en cuanto a su divinidad.

Este error por supuesto distorsionaba todos los postulados de la teología de la redención, que establece que la expiación del pecado no solo debía realizarse por aquél que es hijo de Dios sino por el que es asimismo hijo del hombre y por lo tanto un sustituto legal del pecador.

Teodoro patriarca de Antioquia, León I de Roma y Flaviano patriarca de Constantinopla, (Cirilo era patriarca de Alejandría, Egipto) se opusieron a esta herejía considerada como una desviación cristológica perturbadora.

Una carta escrita al patriarca de Constantinopla es tomada como prueba de juicio en el Concilio de Calcedonia contra la posición de Cirilo y Eutiques. El segundo fue deportado y tenido por hereje en el sínodo local de Constantinopla en el año 448 d.C.

El filósofo y teólogo aleman Rudolf Bultman, sostiene que la declaración calcedoniana se asienta en mitologías anticuadas y en un tergiversado concepto de los términos naturaleza, persona y sustancia, que se entendían de forma diferente a como los conceptuamos hoy.

No puede entender el Señor Bultmann que las verdades absolutas no prescriben ni cambian con el tiempo por su condición de eternas y universales. ¡CRISTO ES DIOS VERDADERO DE VERDADERO DIOS! Esta sentencia es incuestionable por antonomasia. Además hace cientos de años que los conceptos de: Sustancia (Lo que subsiste por si mismo aparte de todo accidente), Naturaleza (la esencia que identifica a los seres) y Persona (criatura, individuo, ser, entidad física y moral capaz de derechos y obligaciones) están claramente definidos.

Este problema se presenta en la mente humana, cuando empezamos a buscar respuestas en lugares equivocados. No podemos ir a preguntarle a Ernesto Renán, autor de “la vida de Jesucristo” que es de la vida de Jesús. Mateo, Marcos, Pedro, Lucas y Juan son la autoridad en la materia.

No hay nada de anticuado en la posición calcedoniana en cuanto a la naturaleza, identidad y persona de Jesús. Solo se debería haber aclarado lo referente al dogma de María madre de Dios y hacer la diferencia entre ser “madre de Dios” o “Portadora de la Deidad que habitaba en Jesús”.

Nosotros somos portadores de Dios sin haber engendrado a Jesús. Isaías 1000 años antes de Calcedonia manifestó la Deidad y humanidad de Jesucristo en una sola persona (Isa. 49 y 53). No hay manera en los evangelios de quitar a Jesús su condición Divino-Humana consustanciada con la del Padre.

Aún el mesianismo Judío está estrechamente vinculado con la posición Cristiana al respecto, solo que ellos lo ven bajo una óptica futurista y nosotros la vemos como una realidad ocurrida en el pasado y que se confirmará con su próxima venida, entonces el pueblo Judío sí le reconocerá para dolor de ellos y cumplimiento de la profecía:

“ He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por Él...” Apocalipsis 1:7.

Lo que Isaías profetizó y lo que el apóstol Juan afirma, vale para Judíos y Cristianos. En conclusión: solo el Jesús humano con el Verbo encarnado desde su concepción, consustanciado con el Padre es garantía de salvación. Verdadero hombre no sujeto al pecado y Dios Verdadero de Verdadero Dios.

Fragmento extraído de la obra Él Calvario responde al Sinái.

Ph.Dr. Raúl Velásquez Sr.

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