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El ascenso de Jesucristo a los cielos desde los infiernos.

Satisfecho el PADRE por el pago total de la deuda mediante su muerte en la cruz, vence al diablo y a la muerte quitándonos el yugo de esclavitud satánica.

“Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros y que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz y despojando a los principados y potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.”

Colosenses, 2: 14 y 15.

Saldada la demanda se cumple:

“Es indiscutiblemente grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.” Y “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu: En el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados.”

1ra. de Pedro, 3:18-19.

Es cuando el ESPÍRITU SANTO lo vivifica en el mismo infierno, que se le es dado el poder de predicar a los espíritus encarcelados porque a diferencia del alma es el espíritu el que nos da la condición de tener conciencia de nuestra relación con DIOS.

Cumplida la deuda, JESÚS es justificado. Es declarado justo por el tribunal eterno y este fallo favorable a JESÚS es el que condena al que le mató y juzgó falsamente.

Automáticamente satanás, aquel que por rebelión estaba solo sometido a destierro del reino de DIOS, se convierte en asesino del hombre que muere en CRISTO, siendo declarado reo de muerte. El sacrificio de JESÚS le dio vida a la creación quitándosela a satanás.

A partir de este momento la suerte está echada, ni satanás ni el infierno ni la muerte le pueden retener en el acto de resurrección:

“Al cual Dios levantó suelto los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuera retenido por ella.”

Hechos 2:24. “Y cual la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales.”

Efesios 1:19-20.

Debió ser un momento glorioso, existía el antecedente de que:

“El sepulcro no dará sus muertos”

En el infierno todo debía ser: lúgubre, tétrico, desesperanzador. Un silencio angustioso de los que ya nada esperan sino condenación eterna, lágrimas sin dolientes y la esperanza perdida. Allí está JESÚS, allí paga el justo su justa condena por haberse hecho pecado (conocemos esa historia). Ya van para tres días y nada ha cambiado, la angustiante espera de su alma parece no tener fin, no ha escuchado en tres días ni una sola palabra de su PADRE y Él tiene razón. Se siente como hombre sin fuerzas abandonado entre los muertos, está hastiado de males, le oprimen y le aterroriza su estado, siente miedo, siente el terror de quedarse atrapado para siempre en las fauces del averno bajo el dominio tenebroso del piélago infernal.

¡Oh! Pero ¿Ignora que el VERBO, la otra naturaleza de su persona no se ha apartado ni por un instante del Sepulcro JESÚS donde reposa el cuerpo exánime de JESÚS que también es de ÉL? ¿Ignora JESÚS que la biología natural se ha detenido para que ese cuerpo yacente en el sepulcro no se deteriore orgánicamente? Para que se cumpliera la promesa de “No permitirás que tu santo vea corrupción”. ¡Mas de pronto! Su Alma se estremece, siente toda la fuerza del universo, ha sido tocado por el poder vivificador del ESPÍRITU SANTO, tiemblan las potencias infernales todo es un pandemonium, por primera vez hay luz en el infierno, satanás palidece y los demonios enceguecidos tropiezan confundidos unos con otros, mientras en la superficie en un lugar en las afueras de Jerusalén tiembla la tierra, unos guardias huyen espantados y un ángel de rostro y vestiduras resplandecientes, quita la piedra de un sepulcro conocido y este se ilumina por la presencia del VERBO impaciente por el momento glorioso, mientras en el infierno el Alma y el Espíritu de CRISTO comienzan el proceso de liberación de la cautividad.

Se corre la voz, satanás no da crédito a lo que sucede, alguien quiere resucitar, emerger del mundo de los muertos y no solo eso, ÉL quiere llevarse lo que estaba cautivo, era un caso único nadie antes lo había intentado mucho menos logrado y ante el asombro e impotencia de las fuerzas infernales, Una figura emerge de esa caverna oscura y maloliente, sueltos grillos y cadenas opresoras, se agiganta por encima de la muerte y el infierno mismo, tiemblan las huestes del averno, están confundidos, quieren retenerlo pero no pueden, hacen esfuerzo pero Él se sacude abriéndose paso y liberando lo que estaba cautivo, despoja a:

“ los principados y potestades de las tinieblas ”

y en su indetenible camino hacia los cielos,

“Quebrantó las puertas de bronce y los cerrojos de hierro”

del infierno. Nadie podía detenerlo ¡era CRISTO glorificado! aleluya

“Por lo cual el Espíritu le vivificó suelto los rigores de la muerte”

“Primicia de todos los que resucitaron”.

Sin embargo, ¿hacia donde iba JESÚS?

Saliendo indetenible de las entrañas del infierno, llevaba consigo lo que estaba cautivo. Todos aquellos que habían “dormido” antes que ÉL y que eran considerados justos, partieron esa madrugada gloriosa hacia un destino mejor, el paraíso les esperaba, EL PADRE en la puerta esperando sus pródigos para hacerlos habitar en el paraíso, el destierro había terminado, Él, que es el camino, los había enrumbado a casa, estaban a salvo, no había nada que temer.

Siempre me llamó la atención la expresión de JESÚS resucitado a María Magdalena en la madrugada de la resurrección:

“No me toques porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.”

Juan 20:17.

Esta expresión nos confirma que si JESÚS glorificado más adelante compartió con sus discípulos, se dejó tocar las heridas por Tomás y hasta comió pescado delante de ellos, instantes después de su resurrección tuvo que presentarse ante el Padre, pero ya no como el VERBO Encarnado solamente, iba como conquistador invencible, con un botín de guerra en las manos, el mismo que le había arrebatado a satanás y al infierno.

Iba a ser coronado como el SEÑOR Y REY de la gloria. Si el mismo JESÚS se identificó como EL “YO SOY” y casi es apedreado por los judíos por querer hacerse DIOS; si en el momento de ser aprehendido en el huerto de los olivos le pregunta a sus captores por tres veces consecutivas:

“¿A quién buscais? Ellos respondieron, a Jesús Nazareno y el les respondió: YO SOY y ellos retrocediendo cayeron a tierra…”

Fragmento de Juan 18:5 y 6.

¿Qué poder había en esta expresión y en el que la detentaba? ¿No sería este el mismo “YO SOY” que esgrimió Moisés ante el pueblo de Israel? ¿No sería este “YO SOY” cuyo significado es JEHOVÁ EL SEÑOR, al que JESÚS se refería? Si a CRISTO le fue dado un nuevo nombre en el “cual se doble toda rodilla y toda lengua confiese que JESÚS es El Señor” ¿Quién entonces era JESÚS después de haber resucitado? Su nombre en hebreo lo indica: JEHOSHUA, el ENMANUEL, el DIOS con nosotros, el DIOS que se identifica y se da a conocer al hombre es a saber JEHOVÁ.

El salmista devela el misterio de la llegada de JESÚS al cielo: El momento es expectante, todo está preparado, los ángeles con sus mejores galas, el PADRE ya lo ha anunciado, el gozo del ESPÍRITU SANTO es inmenso, el regocijo del PADRE no puede ser medido, el Cielo está de fiesta, desapareció la tristeza que ocasionó el sacrificio del VERBO, ¡de pronto! Suenan las trompetas a rebato, se escucha la voz del coro de ángeles anunciantes del protocolo Celestial.

“Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas y entrará el Rey de Gloria. ¿Quién es este Rey de Gloria?... Jehová de los Ejércitos, Él es el Rey de la Gloria”

Salmo 24.

Pero hay un detalle muy particular: JESÚS no va camino del Trono a la diestra de su Padre, todo el universo se detiene expectante, no han olvidado que es EL “SUMO SACERDOTE” SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC.

Tiene que refrendar el sacrificio ofrecido por la expiación de nosotros, cual cordero sin mancha y sin contaminación. Sus pasos se dirigen al tabernáculo de DIOS en el cielo pero ¿qué lleva en las manos? Es el recipiente donde este singular SUMO SACERDOTE lleva la sangre para la expiación de los pecados del mundo, su propia sangre.

Se introduce en el tabernáculo celestial, se dirige detrás del velo divino al “SANCTA SANTORUM” o Lugar Santísimo y la rocía sobre el propiciatorio del TABERNÁCULO CELESTIAL, mientras le dice al PADRE: Todo se ha cumplido, la afrenta ha sido pagada, el camino ha sido abierto, declaro al hombre redimido, declaro sana la rueda de la creación, declaro abierto día y noche para el hombre el TABERNÁCULO DE DIOS.

Ahora, solo ahora puede sentarse en su trono a la diestra de su PADRE y ver en perspectiva su obra casi consumada.

Todo esto para que se cumplieran todos los textos antiguo testamentarios, que tienen que ver con su muerte y resurrección

“Pero estando ya presente Cristo, Sumo Sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y perfecto tabernáculo, no hecho de manos es decir de esta creación, y no por sangre de machos cabríos, ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre, en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.” “Por que no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse, ahora por nosotros ante Dios”.

Hebreos 9:11-12 y 24.

Decimos su obra casi consumada, por cuanto el momento llegará cuando todo sea cumplido y CRISTO se siente con la Iglesia, junto con el PADRE en su trono.

“Al que venciere le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.

Apocalipsis 3:21.

Será en este momento cuando su obra habrá sido totalmente consumada.

Fragmento extraído de la obra Él Calvario responde al Sinaí.

Autor: Ph.Dr. Raúl Velásquez Sr.

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